Cuando el aire huele a mantecados y almendras, cuando el verdeo impregna de actividad toda la ciudad y el zumo de las primeras aceitunas riega sus almazaras, es el momento de escaparse a Estepa, un pueblo que se parece, por estas fechas más que nunca, a un portal de belén a escala 1:1 anclado en el cerro de San Cristóbal. Es el momento de empezar a llenar la despensa para preparar las Navidades y aprovechar para ir. La actividad es febril; no parecen existir en este otoño ni sábados ni domingos ni se santifican las fiestas cuando los fabricantes de polvorones y los productores de aceite compiten por trabajar más y mejor.
Llegamos al Morocho que tiene dos ambientes absolutamente diferenciados. Uno, el de abajo, tradicional y bullicioso bar de pueblo con menús y tapas a un precio más que asequible y otra zona, la de arriba, con un comedor de una amplia, diáfana, cálida, cómoda y luminosa sala con una decoración que respira blanco que te transporta a un restaurante de gran ciudad. Sólo alguna mosca -de pueblo- y el pan -también de pueblo (gracias a Dios)- te devuelven a la realidad.
Carta amplísima con omnipresencia de aceites a lo largo y ancho de la misma. Pedimos ayuda al maître, que remolonea, pero finalmente lo hace y mientras sí y mientras no abrimos boca con una tapita de salmorejo demasiado espeso y por si fuera poco bien acompañado de jamón y huevo duro y por supuesto la tapa reina de la casa "EL TOBALITO", en honor al maestro y gran herrero artesano que queda en Estepa, D. Jesús "TOVALES", exquisita, no la describo y ustedes mismos acerquense para adivinarla.
Continuamos con unas mollejas de pato con rebozuelos, para robar... para robar las mollejas; para robar la cazuelita imitando las de latón antiguas y para robar más pan de la cocina y seguir mojando la salsa que las acompaña.
Ahora aparece el muy recomendado revuelto de algas con berberechos y gambas. El sabor de las algas le dan personalidad a un revuelto que podríamos haber disfrutado si el huevo hubiera estado menos tiempo en el fuego.
Mientras nos dejamos estresar un poco por la actividad del maître que, literalmente, no para, nos abren una botella de Biga que «está saliendo muy bueno» y que nos descorchan y sirven sin obligarnos a probar, oler, mirar y oír... gracias!
Llegan unas braseadas chuletas de cordero a la brasa, brasa. Saben y están hechas con maestría. Y terminamos con uno de los muchos bacalaos que sirven (marinado en salsa de tomate, al pil-pil...) y nos decantamos por un bacalao confitado con un toque de aceite que , aún estando sabroso, más que un toque, nadaba en un mar de aceite, gambas y pimientos.
El postre, una mousse de chocolate que no merecía llamarse «casera».
El Morocho es un buen restaurante a medio camino entre uno de pueblo y de ciudad, entre comida de productos locales y elaborada, entre precios de aquí y de allá... y es sin duda la elección para quien, aprovechando una visita a la Campiña sevillana, desee hacer un exquisito alto en el camino.
Llegamos al Morocho que tiene dos ambientes absolutamente diferenciados. Uno, el de abajo, tradicional y bullicioso bar de pueblo con menús y tapas a un precio más que asequible y otra zona, la de arriba, con un comedor de una amplia, diáfana, cálida, cómoda y luminosa sala con una decoración que respira blanco que te transporta a un restaurante de gran ciudad. Sólo alguna mosca -de pueblo- y el pan -también de pueblo (gracias a Dios)- te devuelven a la realidad.
Carta amplísima con omnipresencia de aceites a lo largo y ancho de la misma. Pedimos ayuda al maître, que remolonea, pero finalmente lo hace y mientras sí y mientras no abrimos boca con una tapita de salmorejo demasiado espeso y por si fuera poco bien acompañado de jamón y huevo duro y por supuesto la tapa reina de la casa "EL TOBALITO", en honor al maestro y gran herrero artesano que queda en Estepa, D. Jesús "TOVALES", exquisita, no la describo y ustedes mismos acerquense para adivinarla.
Continuamos con unas mollejas de pato con rebozuelos, para robar... para robar las mollejas; para robar la cazuelita imitando las de latón antiguas y para robar más pan de la cocina y seguir mojando la salsa que las acompaña.
Ahora aparece el muy recomendado revuelto de algas con berberechos y gambas. El sabor de las algas le dan personalidad a un revuelto que podríamos haber disfrutado si el huevo hubiera estado menos tiempo en el fuego.
Mientras nos dejamos estresar un poco por la actividad del maître que, literalmente, no para, nos abren una botella de Biga que «está saliendo muy bueno» y que nos descorchan y sirven sin obligarnos a probar, oler, mirar y oír... gracias!
Llegan unas braseadas chuletas de cordero a la brasa, brasa. Saben y están hechas con maestría. Y terminamos con uno de los muchos bacalaos que sirven (marinado en salsa de tomate, al pil-pil...) y nos decantamos por un bacalao confitado con un toque de aceite que , aún estando sabroso, más que un toque, nadaba en un mar de aceite, gambas y pimientos.
El postre, una mousse de chocolate que no merecía llamarse «casera».
El Morocho es un buen restaurante a medio camino entre uno de pueblo y de ciudad, entre comida de productos locales y elaborada, entre precios de aquí y de allá... y es sin duda la elección para quien, aprovechando una visita a la Campiña sevillana, desee hacer un exquisito alto en el camino.
La dirección es la siguiente:
c/ Cádiz, nº2
CP. 41560
Tfno: 955912383
Estepa
¿Conoces algún restaurante en Osuna?
ResponderEliminarGuillermo, te recomiendo éste Restaurante aunque tengas que desplazarte a Estepa, tardas 10 minutos. Vas a tardar más en buscar restaurante y aparcar que ir a deleitar "EL MOROCHO". No te defraudará.
ResponderEliminarSi vas puedes decirla a Manolo, el dueño, o JAvier que es el hijo que vas de parte mia, que te he mandado yo, me conocen en Estepa por "EL HIJO DE JESUS TOVALES".
Te lo recomiendo.
Guillermo, de Osuna ni la luna y mujeres ninguna
ResponderEliminarun autentico hallazgo, el sabado pasado comimos alli (somos un grupo de amigos, que nos reunimoa y viajamos solo con el simple hecho de disfrutar la gastronomia) y la verdad todo de 10, limpieza, amabilidad, presentacion, atencion, calidad, precios (increiblemente barato, para la calidad que ofrece), unas anchoas de ensueño, los pates de la casa, para morirse con ellos, el salmorejo imposible de mejorarlo, las gambas "cruas" ufff manjar de dioses, en fin creo que merece la pena probarlo, so si no es muy grande y siempre tiene gente. aunque el servicio es fantastico.
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